La regeneración es un tema transversal para Slow Food. Durante Terra Madre Salone del Gusto debatiremos esta idea desde varias perspectivas, favoreciendo una perspectiva (eco)sistémica acerca de qué es la alimentación hoy en día y de qué pensamos que debe ser mañana, yendo más allá de las fronteras políticas y construyendo sobre el savoir faire de las comunidades de todo el mundo. La pandemia ha cambiado el modo en que vivimos y ha supuesto un impacto en todos los tipos de relaciones: entre las personas, entre las comunidades y entre la humanidad y el medio ambiente. Las crisis que afrontamos antes de la COVID-19 solo han empeorado, en concreto en lo que respecta a la igualdad social y la desigualdad. Y aún se están volviendo más complejas por la situación geopolítica internacional. En estos años, los proyectos de base y las comunidades de Slow Food han sido claros ejemplos de resiliencia y fortaleza, adaptándose a un mundo que está cambiando continuamente. En Terra Madre, estos proyectos mostrarán cómo representan modelos que aspiran a afrontar las actuales crisis climáticas, sociales y sanitarias y a prevenir las futuras.
«La regeneración se puede encontrar en la naturaleza: un árbol que ha perdido una de sus ramas puede crecer de nuevo; igualmente, la tierra que se ha empobrecido mediante monocultivos e insumos químicos se puede regenerar gracias a las prácticas agrícolas que nutren la tierra, asegurando cultivos nutritivos, dietas diversificadas y modos de vida dignificados —explica Edie Mukiibi, vicepresidente de Slow Food—. También es posible regenerar las áreas de montaña abandonadas a través de la cría y la pastura sostenible de ganadería, y revertir la despoblación de las montañas. Los ecosistemas de agua dulce y salada se pueden regenerar con el conocimiento tradicional de las culturas que transmitieron sus técnicas durante años. Por último, las ciudades se pueden regenerar reduciendo la distancia entre la producción alimentaria y el consumo. Esta distancia, que es tanto física como psicológica, se ha ampliado durante el último siglo, haciendo que la producción de nuestra comida sea en gran parte invisible para nosotros. Esta brecha ahora se puede cerrar si escogemos centrarnos de nuevo en el origen de los alimentos y en respetar a las personas que los producen cada día, promoviendo una comida buena, limpia y justa para todos. En este sentido, Slow Food promueve las actividades educativas para mejorar la comprensión y proteger la biodiversidad mundial».
La regeneración también es algo a lo que debemos aspirar para nosotros mismos y para los alimentos que comemos. «Si 2020 y 2021 han sido años de resiliencia, la edición de 2022 de Terra Madre Salone del Gusto será una de renovación radical que puede y debe empezar por la alimentación: mejorando nuestras prácticas agrícolas, nuestros sistemas de producción y distribución, asegurando políticas que realmente empoderen a las comunidades para que estas desarrollen sistemas alimentarios locales y diversifiquen las dietas, desde las ciudades más grandes hasta los pueblos más pequeños», continúa Marta Messa, directora de Slow Food Europa. «Hablar sobre la regeneración en nuestros platos significa buscar nuevas maneras de observar nuestra comida: mejorar el papel de las legumbres, de los frutos silvestres y de nuestra rica biodiversidad, por ejemplo. Durante Terra Madre Salone del Gusto, los visitantes tienen la posibilidad de profundizar en el conocimiento de tres cadenas de suministro, cada una de las cuales tiene un significado de regeneración particular».
«Si queremos alcanzar una regeneración real de las ciudades, del campo, de los pueblos y de la producción y distribución alimentaria, debemos superar la oposición entre innovación y tradición, porque este contraste nos relega a una dimensión nostálgica y marginal —añade Carlo Petrini, fundador de Slow Food—. Hay una innovación real cuando una tradición tiene éxito. El sujeto más innovador y revolucionario que puede implementar una innovación que realmente sea duradera son las comunidades, porque están basadas en la seguridad emocional que puede poner en práctica un cambio de paradigma real. Son la expresión de un frente de innovación que tiene un arraigo firme en los territorios y que es consciente de que el patrimonio actual no solo sigue vivo, sino que también puede producir efectos positivos generalizados. Las comunidades son alegría y felicidad y pueden ser tanto una herramienta para el cambio como el objetivo de una nueva sociabilidad. Y con ellas debemos adoptar el largo periodo de transición agroecológica que tenemos por delante.»